IX DURANTE EL AÑO - CICLO C

"Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará" (Lc 7,6-7)

Primera Lectura: 1Re 8,41-43
Salmo: 116,1-2
Segunda Lectura: Gal 1,1-2.6-10
Evangelio: Lc 7,1-10
Reflexión: Mons. Cristóbal Ascencio Garcia (Video)

El temor de Dios
En la figura del Centurión romano, encontramos a un hombre que teme a Dios, aunque no profesa la misma fe del pueblo judío; sin embargo realiza ese proceso de encuentro con el Dios en el que creen los judíos, a través de Jesucristo, que es reconocido como el enviado de Dios.
La fe
El centurión romano no vacila en ningún momento sobre el poder sanador de Jesús; él reconoce que los que los que están bajo su subordinación le obedecen; de ese mismo modo, los aspectos que nos entristecen y nos provocan sufrimiento como la enfermedad están bajo la subordinación de Jesús. Da el paso de la fe en Jesucristo y así recibe esta gracia de que su sirviente quede sanado de su enfermedad.
La humildad
El Centurión romano reconoce su indignidad. Sin embargo esta actitud de reconocimiento de su no preparación, no le impide creer en Jesús y así acceder a encontrarse con el Señor; y experimentar de manera maravillosa la experiencia de sentir la presencia de Dios en su vida y en su hogar.

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