Primera lectura: (Hch 2,1-11)
Salmo: (Sal 103,1ab.24ac.29bc-30.31.34
Segunda lectura: (1Co 12,3b-7.12-13)
Secuencia
Evangelio: (Jn 20,19-23) ( Audio)
El
pueblo judío celebra la fiesta de las semanas, las siete semanas desde la
Pascua, donde recuerdan y celebran la revelación de Dios al pueblo escogido en
el monte Sinaí, donde hicieron una Alianza y recibieron de Dios, la Ley. En
este ambiente de festividad judía, podemos ver la presencia de un sinfín de
visitas a la ciudad Santa de Jerusalén, como nos lo describe el libro de los
Hechos de los Apóstoles. Jesús ya había ascendido a los cielos y los apóstoles
con temor, pero con mucha esperanza se encontraban reunidos en Oración,
confiados en la Promesa que Jesús les había hecho de enviarles el Espíritu
Santo. Reunidos en comunidad reciben el Espíritu Santo con todos sus dones; Y
los apóstoles, juntamente con María llenos de alegría tras haber superado el
miedo, abren las puertas de par en par y salen a anunciar la Buena Noticia.
El nacimiento de la Iglesia en
comunidad
La
esencia de la Iglesia, es ser COMUNIDAD. El Espíritu Santo es enviado a una comunidad
reunida, que cree en Jesucristo; y a partir de esta comunidad apostólica se dan
los ministerios, incluso la primacía de Pedro. Como Iglesia católica, somos
parte de esta comunidad que tiene continuidad hasta nuestros días, a través de
la sucesión apostólica (Obispos) y el vínculo de unidad de la Fe en la
Santísima Trinidad.
El Espíritu Santo nos impulsa a
la Misión
En
el Bautismo recibimos el Espíritu Santo y tenemos la identidad de Cristo y en
la Confirmación, recibimos la plenitud del Espíritu Santo, con el cual tenemos
la Misión de Cristo. Con la fuerza del Espíritu Santo, todos los discípulos de
Jesucristo estamos llamados a ser continuadores de la construcción del Reino de
Dios, iniciada por Cristo.
Oración
Padre
Misericordioso, derrama sobre nosotros tus hijos tu Espíritu Santo y danos la
valentía y la fortaleza para anunciar tu Reino, en todo momento de nuestra
vida, con la proclamación y la acción de tu Misericordia. Ayúdanos a descubrir
tu rostro misericordioso en los pobres y olvidados, y siguiendo las enseñanzas
de tu Hijo amemos a los demás, sin dejarnos vencer por el cansancio y la rutina.
Te lo pedimos por medio de los méritos de Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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